10 años desde aquel junio...

Hacía tiempo que no pasaba por aquí. Pero no podía despedir junio sin rememorar lo ocurrido en este mes hace exactamente diez años: la lectura de mi primer libro de literatura.


No sé si lo he dicho antes (al menos en este espacio), pero me inicié en este mundo con un clásico de la lectura hispanoamericana: Crónica de una muerte anunciada. No pretendo ahora hacer una sinopsis sobre el libro, ni tampoco dar una opinión literaria sobre el mismo. Pero sí que quisiera recordar un poco la sensación que su lectura produjo en mí. 


Jamás imaginé la sensibilidad que despertaría en mí. Si unos días antes de empezar su lectura, (siendo una adolescente de 15 años) me hubiesen dicho que lloraría leyendo,  seguramente habría pensado que se trataría de algún mensaje de texto con una noticia triste, pero jamás que sería con una novela. Sin embargo, pasó. Lloré, lloré mucho, me enojé, me indigné, a ratos me emocioné, me entristecí y en menos de lo que esperaba la lectura terminó. 


Y así, empezó este camino de lectura, pero también de escritura. Desde ese momento, empecé a leer seguido otros grandes clásicos, y otros libros que aunque no lo eran contribuyeron a aumentar ese nuevo amor. Pero, además, me permitieron inciarme en el camino de la escritura.





Al principio escribía sólo porque quería hacerlo, no había ninguna otra pretensión más que expresar y crear historias, pero, con el tiempo, las motivaciones de ests actividad dejaron de ser únicamente la pasión y la satisfacción de hacerlo. El deseo de obtener dinero con mis escritos empezó a convertirse en una desesperante prioridad. Pensé que con ello podría obtener fama y ganancias lo suficientemente lucrosas para obtener lujos y el estilo de vida que siempre había querido. 


Mi empeño por obtener fama se interpuso a tal modo, que la escritura y yo no lográbamos encontrarnos. No me gustaba escribir, no me gustaban mis escritos con independencia de lo que otros opinasen sino que la valoración que yo le daba a éstos dependía de la apreciación externa.  Sin pensarlo, dejé de sentir, pensar y escribir como una artista.


Pero la introspección muchas veces nos permite reencontrarnos con aquello que queremos, ayudándonos a recordar por qué lo queremos, por qué nos gusta. 




Es así como últimamente siento que mi relación con la escritura ha cambiado. 


Antes pensaba que si era buena en eso, debía escribir tanto como pudiera para ganar dinero (mucho dinero) con ello. Sin embargo, el tiempo en el que menos he disfrutado escribir ha sido justo en el que pensaba de esa forma.


De ésto, he concluído que, quizás, sólo quizás, hay algunos talentos o pasiones que no deben verse empañados por la ambición o avaricia; que su curso debe llevarse desde el fluir mismo con el que inició; que las pretensiones que de aquéllos tengamos deben ser secundarias al valor que ellos tienen en sí mismos. 


Es lo que hace a un artista respetar su arte. En este caso, por primera vez, siento que he dejado de subestimar la escritura, y, así, ha resurgido en mí el escribir por la satisfacción de hacerlo. Quizás este cambio no sea un nuevo inicio, sino un redireccionar la intencionalidad de aquello que tanto amo: escribir. 





Comentarios

Entradas populares de este blog

Primer robo, primera lectura...

¿Qué significa tener 20's?

¡Feliz día, oh libro!