Sé que no soy la única
Hace un par de años, debía entregar un trabajo final para una materia en la universidad que trataba acerca de 'La Mentira'. Decidí titular dicho trabajo "El autoengaño como fachada para la no aceptación de las propias acciones". Con el mismo no pretendía abordar el autoengaño que presentan los mentirosos patológicos, pues considero que es verdaderamente difícil que las mismas tengan la intencionalidad de engañarse a sí mismas dado su padecimiento, en todo caso, me centré en aquellas personas que no presentando ningún tipo de trastorno de este estilo, afirman caer en el autoengaño.
Como en aquel entonces, ya me encontraba un poco intrigada por el complicado mundo de las infidelidades, decidí introducir mi ensayo con la siguiente escena:
"En el umbral de la puerta con dirección hacia la calle, la joven ama de casa observa cómo su esposo sale todas las mañanas al trabajo. Como buena esposa, le despide y, una vez cerrada la puerta, se echa a llorar. Durante el último año ha tenido la sospecha, e incluso pruebas, de que Arthur, su amado, le es infiel, pero Martha se ha negado a aceptar que las llamadas recibidas a altas horas de la noche, en las que notaba el coqueteo de su esposo con alguien que no era ella, y los mensajes que llegó a leer, se debían a alguna aventura; debía existir alguna otra explicación. Pero hace unos días la sospecha se afianzó con una llamada telefónica que le confirmó lo que desde el inicio se resistía a creer: Arthur efectivamente mantiene amoríos con otra mujer. Pese a todo, la reacción de Martha no es de sorpresa. ¿Por qué se negaba a aceptar los hechos y evadía la evidencia? ¿Por qué ha dejado pasar tanto tiempo si ya tenía seguridad de ello? Parece ser que en su afán de continuar (o conservar) su matrimonio, ha sido víctima del autoengaño".
Tengo presente la inspiración que sirvió para escribir mi introducción en aquel momento. Pues justo ahora deseo hablarles sobre ello: el vídeoclip de la canción I’m not the only one, interpretada por Sam Smith.
Y es que pienso que este vídeo representa cabalmente el mundo interior y exterior que viven las mujeres que, a sabiendas de que sus parejas las engañan, mantienen una integridad inquebrantablemente fingida, que parece refugiarse en el rol protagónico que le otorga ser “la señora”, “la esposa”, “la oficial”, “la que es tomada en serio” , y por tanto, para sí, “la única”.
Ahora bien, me parece oportuno hacer en este momento, una descripción del inicio del vídeoclip:
El hombre termina de vestirse para lo que parece ser una nueva jornada laboral, su traje ejecutivo nos da una pista de que quizás sea un hombre de negocios, pero no sólo eso, la casa en la que habita y, sobre todo, su hermosa esposa, quien viste como “toda una dama” arreglada elegantemente de pies a cabeza, es lo que nos hace pensar que aparentemente goza de una buena vida y que tiene, además, un serio matrimonio. La mujer, le indica que ha preparado su comida, pero él le responde con desgano que no es necesario, ella lo toma con tranquilidad, como si no importara, y le da un beso, mientras se dirige a la puerta con una sonrisa que expresa algo similar a “ten un buen día, cariño, estaré esperándote en casa” y así, realiza el acostumbrado ademán que expresa un adiós, mientras él sale en su vehículo. Una vez que éste se marcha empieza, pues, su tormento; la sonrisa de la hermosa dama se desdibuja para dar paso a su verdadera emoción, una profunda aflicción y, con ella, Sam nos deleita con su voz mientras nos cuenta una historia típica, una historia más, que aunque nos sea ajena, al menos no nos resulta sorprendente: “I’m not the only one”, sé que no soy la única, o único, aunque lo más común es que observemos esta historia repetirse una y otra vez en mujeres. De hecho, mi artículo va dirigido principalmente al público femenino, debido a que mi observación en este tema de las infidelidades ha sido fundamentalmente de hombres infieles y mujeres que se visten del rol que antes he descrito.
A puerta cerrada, la esposa llora desesperadamente, es un llanto que parece expresar una pérdida, una traición, un gran dolor, la revelación de una verdad no grata, no esperada, no deseada. Pero, ¿por qué?
Mientras ella sufre esto, su esposo, parece contener en su rostro la expresión que suele asomarse cuando se está cerca de hacer algo deseado, de dar rienda suelta a la pasión, una desenfrenada pasión. En la barra de un bar se encuentra su objetivo, una joven y seductora mujer. Al aproximarse a esta, la cercanía entre ellos denota interés, complicidad, lujuria, lujuria que se consume en besos, caricias, sexo.
Es así como mientras este par de amantes se mezclan bajo la llama del desenfrenado consumo de su pasión, la esposa se envuelve en una imagen desecha de sí misma, de lo que hasta hace poco era; la máscara de pestañas se ha mezclado con sus lágrimas, por lo que su impecable maquillaje se ha arruinado al igual que su peinado, pero el alcohol y una mezcla de fuego que consume la ropa de su esposo, así como parece consumirse su alma cada vez que éste sale, quizás podrían reivindicar siquiera un poco las lágrimas que por él ha derramado. La humillación que como mujer siente mientras él está con otra, mientras acaricia con vehemencia a esa otra, mientras hace con esa otra voluntariamente y con total entrega lo que con ella resulta en un deber, deber que muchas veces en un tono amoroso acompañado de plegaria, ella tiene que pedirle.
Pero aunque ante sus ojos el fuego arrasador se extienda, haciéndole sentir poderosa, pues ella lo había producido, y éste le ayudaba a recuperar su dignidad, cambiando la expresión de su semblante, haciéndola entrar en un aparente estado de relajación, nos damos cuenta como meros observadores de que la mujer sigue allí echada en el piso, sumida en un llanto asfixiante que apenas con dificultad le permite respirar, apretando su vestido mientras brotan cada vez más lágrimas de sí. El fuego no es, pues, sino un símbolo del deseo de poner fin a su desgraciada situación, es la expresión de su propio malestar, de lo que quisiera hacer para acabar con el hombre que con ella acaba.
O la haga añicos.
O la destruya.
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